Amenaza de Lluvia (Cabra del Santo Cristo)
Me asomo a la baranda, ahora falsa imitación de jardín de la que fuera original, con sus antiguos travesaños de formas sinuosas que siempre me recordaron a la diosa de la fertilidad de los tiempos prehistóricos, con sus pechos generosos y su porte achaparrado.
Los pies no han entrado en calor en toda la tarde. El frío muerde la punta de los dedos como una víbora cargada de gélido veneno. La luz amarillenta de la plaza envuelve la Casa Grande y los edificios aledaños en una palidez de soledad y desamparo. Los rostros adquieren matices biliares. Alguien plantea mitigar la espera con propuestas extremas, irreconciliables, que van desde el calor reconfortante de un café hasta el calor prestado de una cerveza helada. Los corrillos de gente, suegras y niños vestidos de penitente incluidos, comentan por enésima vez más, amenazante en su afán empecinado de deslucir la fiesta.
Aunque llueva, salimosoigo comentar en la puerta de la iglesia a un grupo de penitentes , arracimados y expectantes a los pies de la virgen de piedra que preside la entrada al templo.
Son cuatro gotas. Este año no nos quedamos sin salir. Saldremos, sea como sease reafirma un hermano de la cofradía, túnica negra, capa blanca y báculo en mano.
El brillo satinado de las túnicas negras compite en fulgor con las primeras lágrimas de los más entusiastas.
Bibliografía
Garrido Palacios, Manuel. Boletín Semana Santa 2009.
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