Cosillas sin importancia de Mengíbar (Jaén)

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Mengíbar era un pueblo pequeño, eminentemente agricola; algunas calles estaban empedradas, pero la mayoría eran terrizas, con un arroyo por medio. Segùn qué sitio no se podía saltar y había que dar un pequeño rodeo.

Ciertas calles estaban bastante sucias, de tal manera que en verano no se veía el suelo de la paja que acumulaban. Ello se debía a los espigadores, que al deshacer las espigas las aventaban en la calle, y no recogían la paja, y por otro lado los carros al acarrear la paja para meterla en los pajares, para la comida de las bestias para todo el año, al rodar por la calle por el traqueteo de las piedras, parecía ir cerniendo la paja, que de un viaje y otro, se tapaba el suelo. Esto se limpiaba cuando en el otoño llovía y el agua arrastraba la paja.

El trabajo lo hacían los hombres, ayudados de las bestias. A la vez, había ganado que recidía en el pueblo, aparte de el que hubiera en los cortijos.

Para abastecer de agua a estos animales, como, bestias, cabras, obejas, cerdos, etc. había pozos, y pilares, incluso dentro del pueblo: en muchas casas, y en las afueras del pueblo, en las cabeceras de los principales caminos, para que abrevaran, a la salida de los animales y la entrada.

Todo lo marcaba el campo, la recogida de las cosechas, que era cuando había trabajo, pero con un jornal de miseria. Sin ninguna comodidad, muy escasamente se podía comer o más bien trampear, cómo se le decía.

Pocas casas tenían agua corriente; tampoco había alcantarillado. Para calentarse y guisar se usaba la leña, que se buscaba en el campo. Eran muchos los que acudían a buscarla, y se llegaba acuestas al pueblo, al ser pocos los que tenían bestia. En la temporada de la poda de las olivas, es cuando mas había, pero no sobraba, porque nadie te la dada, todos la necesitaban, y la que no, se la vendían a los panaderos, porque con ella, cocían el pan.

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