El corral del cuco

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Santisteban está en plenas fiestas de Pascuamayo. Las gentes se apresuran a ir a esperar el encierro de los toros que por la tarde serán lidiados en la plaza del pueblo. Una incesante riada de gente va hacia "El Saltadero", balcón natural sobre la vega y por donde vendrán la hilada de toros y cabestros rodeados de garrochistas que los conducen.

En un rincón apartado de la plaza, bajo las barreras, una chica de morena cabellera y grácil palmito mira con ansiedad a su alrededor. Sus ojos buscan algo que no hallan; espera unos momentos y entre los pinos que sostienen los tablados aparece un joven de recelosa mirada que al ver a la mocita se le aproxima y entabla conversación apresurada entre miradas de recelo y nerviosismo patente. No lejos de la pareja de enamorados y al socaire de un recio pino se halla un hombre, entrado en años, que espera el encierro pero que aguza sus oidos para captar las leves palabras que en un susurro le llegan.


La conversación que tiene la pareja revela una gran importancia para ellos. El joven informa a su amada que debe de huir con él y unirse en matrimonio, para evitar la gran oposición que los padres de ella tienen a tal enlace, basadas en las ideas liberales del chico y estar "echado al monte" para huir de la justicia y de presuntos robos. Los conservadores en el poder le buscan incesantemente y dan una recompensa para el que informe a la justicia de su paradero. La proposición es arriesgada; una aventura que puede salir mal y en la cual la chica se juega su honra. Él la insta para que se decida a huir y le da cita para el encuentro en el lugar denominado "El corral" sitio donde se habían conocido y entrevistado varias veces, por tener ella cerca un predio y ubicado a medio camino entre Santisteban y Castellar. La hora sería la del alba y la señal el del cuco lanzado tres veces.


Pese al cuidado que han puesto en no ser sorprendidos, el diálogo ha sido oido por el hombre que se ocultaba tras el pino. Cerciorado que el joven es el célebre Paco, tan buscado por la justicia, se encamina al cuartelillo de la Guardia Nacional sito en los bajos del ayuntamiento. Se presenta ante el jefe y le informa de lo oido. Éste titubea de la identidad del joven, el presunto Pacorro. Si fuese verdadera la información el éxito de la empresa sería indudable. El soplón no muy de fiar y una equivocación podía acarrear desagradables resultados. Los ánimos no están muy calmados y los enconos políticos pueden saltar por cualquier accidente y arrastrar funestas consecuencias, pero el caso vale la pena y la duda pone su acicate en el corazón del jefe de la guardia.


El pueblo se divierte: encierros, capeas y procesión; por la noche baile público. Rosa está intranquila, quiere a su Paco y desea unirse a él y terminar aquella angustia que le oprime el corazón. Está decidida a asistir a la cita y huir con su amado y poner tierra entre el pueblo y su nueva situación. Los liberales están, según noticias, próximos a tomar el poder y entonces su Paco, con seguridad, será indultado y sus vidas se normalizarán.


Rosa no duda, decidida aprovecha el sueño de sus padres y al final de la madrugada se pone en camino hacia el corral, lugar de la cita. Recorre los pedregosos caminos de la vega y entre tropiezos y sustos llega al punto de reunión. Aún no ha salido el sol pero la hora se aproxima; se arrebuja en su chal y se resguarda del airecillo que proclama la cercanía del día. Todo es silencio a su alrededor; parece que la naturaleza se detiene para presenciar ese instante sublime de la reunión de los dos jóvenes que luchan por su felicidad. Rosa agudiza el oido, un leve ruido, un crugir de la arenilla del camino pone en su alma sobresaltos de incertidumbre, contiene la respiración y espera el canto del cuco por tres veces. Pasan unos segundos y el ansiado canto se oye tras los bardales del corral, Rosa se levanta y corre hacia una sombra que le espera con los brazos abiertos y rendida de amor cae en ellos, una descarga de fusilería abate a los dos amantes que, enlazados en un abrazo amoroso, se funden en un torrente de sangre. La Guardia Nacional ha hecho fuego.

Tristes fiestas, dolor en los corazones de los santistebeños por tan trágico final de un amor. Un nuevo nombre en la topografía del pueblo que encierra en sus sílabas todo el poema amoroso de una leyenda, la del "CORRAL DEL CUCO".

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