Flora (Peal de Becerro)
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En estas sierras se encuentra la mayor extensión boscosa continua y más concretamente de pinares de toda España, con representación de casi todas las especies, aunque la más abundante es el pinus nigra. Estas especies fueron repobladas hace tiempo y se ha visto favorecido su desarrollo por la abundancia de precipitaciones. Hasta los 900 msnm de altitud se encuentran los bosques de pino carrasco, que está acompañado por madroños y lentiscos, como recuerdo del bosque mediterráneo que allí había. Subiendo en altitud encontramos bosques de encinas, quejigos e importantes zonas de pino rodeno. En las zonas más húmedas podemos encontrar milenarios tejos y ejemplares de acebos, ambos escasísimos en Andalucía. En las márgenes de los ríos aparecen fresnos, sauces, chopos, así como juncos y eneas donde se cobijan aves acuáticas y pequeños mamíferos. Este Parque Natural encierra una de las floras más ricas de toda la cuenca mediterránea. De las más de 1.300 especies catalogadas, 24 son exclusivas de este territorio, como la violeta de Cazorla (Viola cazorlensis), la singular planta carnívora (Pinguicula vallisnerifolia), y otras como Geranium cazorlense o la Aquilegia cazorlensis.
Dentro del parque se encuentra el Jardín Botánico Torre del Vinagre, donde se pueden conocer las plantas más representativas debidamente rotuladas.
La FLORA del P.N. de Cazorla, Segura y las Villas destaca por ser una de las más ricas y variadas del ámbito mediterráneo, superando el millar de especies. Presenta un gran número de endemismos, la mayoría hierbas o pequeños arbustillos rastreros con flores minúsculas, muchas de ellas amenazadas de extinción y relegadas a ambientes muy inestables, como la violeta de Cazorla (Viola cazorlensis), el geranio de Cazorla (Geranium cazorlense), el narciso (Narcissus longispathus) o la Aquilegia pyrenaica subsp. cazorlensis, una reliquia del último período glacial que vive refugiada en las altas cumbres. En total, entre gimnospermas y angiospermas son casi 2000 las especies catalogadas, a las que habría que sumar los helechos, musgos y hepáticas.
LOS BOSQUES DE GIMNOSPERMAS
Estos bosques autóctonos de la alta montaña mediterránea son el lugar de pinares, sabinares y enebrales, junto a piornos y tomillares. Destacan aquí numerosos endemismos de estas sierras, como el geranio de Cazorla (Geranium cazorlense), Hormatyphylla baetica, Aquilegia pyrenaica subsp. cazorlensis, Erodium cazorlanum, etc. algunos en peligro de extinción. En el Parque se encuentran los bosques de pinos laricios mejor conservados del sur de España, dominando sin competidor la alta montaña.
EL PINAR
En su origen son formaciones relictas de pino salgareño (Pinus nigra subs. salzmanii ), más conocido en estas sierras como pino laricio, que se desarrolla en zonas donde la topografía es adversa a la aparición de angiospermas arbóreas. Son autóctonos de la alta montaña mediterránea, a más de 1000 ó 1200 m de altitud, ascendiendo hasta los 2200 m en algunos casos. Se extienden pues por los pisos supra- y oromediterráneo, con ombroclimas seco y subhúmedo. En estas zonas, los fríos invernales impiden el desarrollo del encinar y las sequías estivales lo hacen de los bosques de caducifolios.
Es un bosque aciculifolio de fisionomía abierta, con una estratificación simple, dominada por el pino laricio que alcanza los 40 m de altura. Esta adaptado a las bajas temperaturas (que producen xericidad fisiológica al estar el agua congelada) y los vientos invernales, así como a las altas temperaturas y la xericidad estival.
La acción del hombre también ha motivado la expansión de manchas boscosas de pino negral o rodeno (Pinus pinaster), que alcanza los 35 m de altura. Aparece en altitudes medias, entre 1000-1300m y se encuentra más extendido de lo natural en estas zonas.
En este tipo de bosques domina un estrato arbóreo constituido por los pinos, con un matorral de sabinas, enebros y piornos.
En las zonas más bajas pueden aparecer otros árboles como quejigos (Quercus faginea) en lugares húmedos y encinas (Quercus rotundifolia) en las partes soleadas, cerca de arroyos y en las laderas más frescas pueden aparecer, aunque de forma aislada, tejos (Taxus baccata), acebos (Ilex aquifolium), áceres (A. monspesulanum, A. opalus subesp. opalus, A. opalus subesp. granatense), mostajos (Sorbus aria), cerecinos (Prunus mahaleb), maguillos o manzanos silvestres (Malus sylvestris) y olmos montanos (Ulmus glabra). La composición del sotobosque de los pinares autóctonos varía según la altitud, el tipo de suelo y la alteración a la que se han visto sometidos. Estas formaciones constituyen el máximo ecológico en estas áreas y su buen estado de conservación en amplias zonas del Parque Natural, permite la preservación de multitud de especies endémicas que crecen bajo sus árboles. Por lo general, el sotobosque no se encuentra desarrollado, apareciendo en su lugar prados de gramíneas, acompañados por algunos arbustos espinosos.
En las zonas más altas, sobre el oromediterráneo aparece en el sotobosque la sabina rastrera (Juniperus sabina) y el enebro rastrero (Juniperus communis subesp. hemisphaerica), que no suelen sobrepasar el metro y medio de altura, se encuentran adheridos al suelo y crecen en forma subcircular, ofreciendo el aspecto de manchas, constituyendo junto con los pinos una comunidad de gimnospermas muy bien adaptada en la mayor parte de las zonas altas del territorio.
En lugares más frescos y cálidos, a menor altitud, el sotobosque puede presentar majuelos (Crataegus monogyna, C. laciniata), que dan un tono de colorido en otoño, el agracejo (Berberis hispanica), arbusto perennifolio que puede alcanzar el 1,5 m de altura, el torvizco montano (Rhamnus oleoides), el espino de tintes (Rhamnus saxatilis), la retama negra (Cytisus reverchonii), el durillo negro (Cotoneaster granatensis), el Prunus prostata y el garbancillo (Ononis aragonensis). Entre las plantas trepadoras destacan los escaramujos (Rosa canina, R. sicula, R. micrantha y R. pouzinii), la madreselva (Lonicera arborea) y las zarzaparrillas (Helianthemum hirtum, H. croceum y H. marifolium).
Tanto en los pinares del supra- como del oromediterráneo, es común un matorral de piornos, donde abundan el cojín de pastor (Erinacea anthyllis), piorno (Genista longipes), el piorno blanco (Echinospartum boissieri), etc.
A inferior altitud , generalmente por debajo de los 1000 m, la vegetación natural (encinares, quejigales y demás), ha sido sustituida en muchos casos por pinares de repoblación, con predominio del pino carrasco (Pinus halepensis). Este árbol, ampliamente representado en todo el mesomediterráneo, puede alcanzar los 20 m de altura, no resiste los fríos invernales y aguanta bien la escasez de precipitaciones. Ha sido extensamente usado en Andalucía para la repoblación por debajo de 1300 m en zonas secas y soleadas. Aparece asociado o sustituyendo al encinar, con un sotobosque típico de éste último.
El pinar, autóctono o de repoblación, se encuentra ampliamente difundido debido a la acción del hombre, que ha talado y repoblado con estos árboles para su aprovechamiento maderero. Si bien muchos de los efectivos de pino carrasco y pino negral provienen de repoblaciones, la mayoría de las masas, especialmente las que aparecen sobre yesos y dolomías son de carácter autóctono.
Es normal, por supuesto, encontrar todos o algunos de estos pinos juntos, con un sotobosque rico en especies, coscojas (Quercus coccifera), durillos (Viburnum tinus) y en las zonas más térmicas, lentiscos (Pistacia lentiscus), con un matorral donde abunda el romero (Rosmarinus officinalis). Pero también se observan masas monoespecíficas de pinos repoblados que no desarrollan bajo ellos sotobosque alguno, estando el suelo cubierto por una densa masa de hojas de pino.
EL SABINAR Y ENEBRAL
Entre los 700-1900 m, existen en estas zonas manchas boscosas de sabina albar (Juniperus thurífera), la única que constituye amplias formaciones, por lo general arbóreas. La sabina negra o mora (Juniperus phoenícea) puede constituir junto con la anterior y los pinos, bosques de gimnospermas que se desarrollan sobre sustratos calizos y dolomíticos, en zonas donde el suelo es prácticamente inexistente y la vegetación arraiga casi sobre la roca desnuda, como en fisuras de rocas o suelos esqueléticos y arenosos, muy áridas con máximos climáticos acusados, donde en verano la xericidad se une al sobrecalentamiento de la roca y en invierno soportan heladas y fuertes vientos. En las zonas más bajas y térmicas aparece el enebro de la miera (Juniperus oxycedrus). En el sotobosque encontramos un matorral subserial, que sobre suelos húmedos está compuesto por espino, majuelo, agracejo, cerezo, rosas y madreselvas entre otros.
Bajo estas formaciones o en las zonas en las que se encuentran degradadas, se desarrolla un pastizal de gramíneas, con especies diferentes según la altitud y el grado de humedad. En estos pastizales aparecen especies como el esparto (Stipa tenacissima), el lastón (Helictotrichum filifolium) y el garbancillo (Astralagus sp.).
Desde los 1800 m de altitud hasta los picos más elevados de estas sierras, dominan las plantas rastreras o de porte almohadillado adaptadas para soportar los rigores del clima, con oscilaciones térmicas mayores a 60 ºC, cubiertas de nieve la mayor parte del año y con vientos fuertes y fríos. Son características aquí las formaciones de sabina rastrera (Juniperus sabina) y enebro (J. communis subesp. nanna), acompañadas de un arbustillo típico de las zonas altas (Daphne oleoides) y abundantes piornos (Erinacea anthyllis). En las zonas más térmicas puede aparecer el pino laricio y algunas de las especies del pinar, como el espino de tintes, el Prunus prostata y la rosa sicula.
Entre las sabinas, enebros y piornos aparecen multitud de plantas de pequeño porte, muchas de ellas endemismos de las sierras. Destacan Aquilegia pyrenaica subsp. cazorlense, Geranium cazorlense, Viola cazorlensis, Saxifraga camposii, Helianthemun marifolium, Rhamnus pumilus, Convolvulus boissieri, Astragalus sempervirens, Andryala agardii, Arenaria lithops y A. tetraquetra.
EL BOSQUE MEDITERRÁNEO. EL ENCINAR
El encinar representa la vegetación arbórea en equilibrio con el clima típicamente mediterráneo, con veranos secos y calurosos e inviernos no muy fríos, pero con algunas heladas. Sus componentes poseen hojas siempre verdes, generalmente pequeñas, a menudo coriáceas y poco jugosas, así como otras adaptaciones para evitar la excesiva evapotranspiración.
En otras épocas, estos bosques debieron estar muy extendidos por amplias zonas del Parque Natural, sobre todo en el mesomediterráneo, por debajo de los 1000 m y en las zonas más cálidas del supramediterráneo, hasta los 1200-1400 m. Pero la presión a que se ha visto sometido este bosque por las distintas civilizaciones ha sido enorme. Hoy aparecen en este ámbito geográfico pequeñas manchas boscosas de encinares, sobre todo básicos, empobrecidos en especies y formando en muchos casos dehesas o con desarrollo sólo del sotobosque.
La degradación a la que se ha visto sometido el bosque original ha derivado en el desarrollo de extensos matorrales subseriales, que pueden estar formados por una gran variedad de especies, en función del grado de degradación, de las características del suelo y del microclima. En estas zonas, el maquis es sustituido por un matorral intermedio entre éste y la garriga, compuesto por el jaguarzo o romero macho (Cistus clussi), el jaguarzo o jara blanca (Cistus albidus), el jaguarzo (C. monspeliensis), jaguarzo blanco (Halimium atriplicifolium), retama (Retama sphaerocarpa), aulaga (Ulex parviflorus), romero (Rosmarinus officinalis), el espliego (Lavandula latifolia), aliaga (Genista scorpius), lino (Linum sufrutticosum), tomillo (Thymus orospedanus), esparto (Stipa tenacissima), espino (Rhamnus lycioides) y el pinillo falso (Teucrium pseudochamaepitys) entre otros. Sobre suelos secos y terrosos dominan el retamal-espartal; sobre suelos húmedos, el espinal y en suelos pedregosos domina el romeral, tomillar y jaral. En zonas donde la degradación es total aparece un pastizal-erial de gramíneas vivaces.
Los enclaves de encinar que se pueden observar hoy en el Parque, se localizan en el meso- y supramediterráneo. En el sur aparecen en las zonas umbrías de la sierra de Quesada y en el embalse de la Bolera, por todo el territorio se localizan en barrancos umbríos como los de los ríos Borosa, Aguasmulas y Segura, alternando con quejigales en áreas húmedas de supramediterráneo, como el Vadillo-Castril, Arroyo de San Pedro, Puntal de Ana María, Guadahornillos, etc. También se reconocen encinares en algunos arroyos como el de las Truchas o el de Guadahornillos.
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