La encantada del Canjorro

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Cuenta la leyenda que en la villa de Los Villares en el paraje llamado Canjorro, situado en el nordeste del pueblo. Ahí donde la sierra por aquella época era estancia de bandoleros.

Una hermosa y bella dama solía salir de entre los matorrales de ese bonito lugar. Esta mujer atraía además de por su belleza, por sus hermosos y larguísimos cabellos. Solía hacer sus apariciones con la luna, pidiendo ayuda para peinar su larga cabellera a aquel que pasara por el lugar. Casi siempre eran los bandoleros los encargados de ayudarla a peinar aquellos largos y lindos cabellos. Pero la voz fue corriendo y eran ya varios los que solían subir hasta este lugar, sobre todo las noches de luna llena, donde la belleza de sus cabellos resplandecía con más luminosidad. En esas ocasiones salía más tarde de lo acostumbrado debido a que no le gustaba ser admirada por tanta gente.

Un día atemorizada por tanta gente decidió salir con el lucero del alba, y al único que allí encontró fue a Francisco, bandolero de aquella sierra. No era la primera vez que él la veía, pues ya la había peinado en más ocasiones. Él iba más de aquella fantasía, pues la veía como una mujer real.

Cuando la vio aparecer entre los matorrales no se sorprendió, aunque ese día era diferente. Vino envuelta de una niebla perfumada y un aroma a sierra, frescor puro, una esencia difícil de describir.
Francisco preguntó:

Pero ¿tú quién eres en realidad?

Yo soy la reina de este paraje, las montañas junto con el entorno que me rodea, es mi castillo.

Entonces ¿no eres real? A veces la ficción se acerca mucho a la realidad pero yo te puedo ver, tocar, hasta peinar. Todo esto para mí es real, pero luego desapareces…

Ya te he dicho que soy la reina de este paraje y tú has sido el elegido, mi encantamiento solo depende de ti.
Entonces yo te voy a llamar la encantada del Canjorro.

Desde aquel dia la encantada no hizo más apariciones públicas solo se dejaba peinar por Francisco.

Pero si, cada noche, a la misma hora solía aparecer esa niebla envuelta en perfume, aquellos cabellos que se posaban en la tez de las gentes que solían ir a ver a la encantada dando fe de que existía.

Fueron pasando los días, Francisco era tremendamente feliz porque la encantada solo aparecía para él.

Peinar y oler aquel perfume era excesivamente perturbante. Pero Francisco era un poco ambicioso, una noche que había una gran tormenta y se resguardan debajo de una roca, éste le preguntó:

Encantada, tú que apareces y desapareces cuando quieres y todo el Canjorro es tu reino ¿no podrías convertir las piedras en oro?

A veces las ambiciones suelen traicionarnos, ya que las grandes cosas no hay dinero que las compre.

Tú podrías vivir en un castillo real, no de ficción.

Pero no sería reina de la paz y libertad de esta gran esencia, de este gran perfume, de este bello paraje.

La “encantada” se retiró un poco triste porque se dio cuenta que Francisco era una persona que a lo material le daba prioridad, como muchos humanos. También se dio cuenta que su magia no lo había contagiado del todo y aunque le puso de nombre “Encantada” él no la percibía así.

Después de varias noches sin aparecer a ser peinada, Francisco se sentía un poco decepcionado y a pesar de percibir su perfume, esa niebla que depositaba los cabellos en su cara, Francisco la llamaba sin cesar hasta quedarse sin aliento. Una noche, alto de gritar su nombre, se quedó dormido y la encantada sigilosa se acercó a él, le puso sus manos sobre la frente y con su magia le hizo soñar con el tesoro que había escondido en su reino.

Francisco se despertó al amanecer con la seguridad de que tenía que buscar ese tesoro que había soñado y compartir el secreto con alguien, ya que el sueño así se lo exigía.

Pero a veces el egoísmo nos ciega y no vemos más allá de nuestro propio interés. Francisco cogió su caballo, llenó su cantimplora, se puso en camino decidido a encontrar el tesoro y marcharse sin contárselo a nadie.

Pensó seré rico, me iré a otro país y por fin llegaré a ser feliz.

Cuando iba por la mitad del camino esa ráfaga de perfume y niebla se manifestó, le dijo:

-¿Dónde vas tan apresurado?

Francisco no quería compartir su sueño ni con la encantada, porque ella no era real y no podría acompañarlo.

Dijo:

- Voy a escalar la montaña.

La encantada desapareció, cuando le faltaba un poco para llegar a la cima volvió a parecer y le preguntó de nuevo:

-¿ A qué vas a la montaña?, te veo muy apresurado y nervioso, bebe un poco de agua y me lo cuentas.

Francisco le contestó:

- Tengo prisa y no quiero que se haga de noche

- ¿Pero a qué vas?

-A buscar caracoles.

La encantada volvió a aparecer por tercera vez cuando estaba llegando. Francisco al verla se sintió molesto y le tuvo un mal gesto, le pidió que no le siguiera.

- Dime, ¿donde vas?, será la última vez que te lo pregunte.

Francisco con un gesto de mal genio, le contestó:

- Voy a buscar caracoles, ya te lo he dicho.

La encantada con la voz quebrada en llanto, porque ya sabía que no podía aparecerse más y decepcionada por que se dio cuenta de que tanto en él como en la mayoría de los humanos la avaricia rompe el saco.

Le contestó:

-Pues así sea, ¡caracoles se te vuelvan!

Y desapareció.

Francisco llegó hasta ese lugar soñado y efectivamente apartó una piedra que había con una gran manilla de hierro, apresuradamente empezó a apartar la maleza y descubrió ese tesoro soñado, era un cofre con diamantes, zafiros y lingotes de oro.

Muy contento y sorprendido de ver que se había convertido en un hombre rico, cogió su alforja y se agachó a coger el tesoro, conforme iba recogiendo los diamantes, zafiros y lingotes de oro se iban convirtiendo en caracoles. Fué entonces cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando y comprendió lo egoísta que había sido al no querer compartirlo con nadie.

Desde entonces no se supo nada de Francisco ni de la encantada.

Cuenta la leyenda que de vez en cuando en el Canjorro se percibe esa niebla con un perfume y un silbido que parece que nombra a Francisco.

Moraleja

A veces se nos olvida que compartir nos hace más grande.

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