Leyenda del gato negro

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La leyenda tiene su localización en el célebre Castillo de San Esteban, de Santisteban del Puerto


Juan Francisco dormía apaciblemente en su casa que se alzaba en las faldas del castillo. El día había sido fatigoso por las faenas de la trilla y el acarreo del grano. El reparador sueño llevaba a la mente del campesino una pesadilla que le volvía febril al recordarla. Soñaba que una voz misteriosa le decía que subiese al castillo. Obedece al mandato y se encuentra a los pies de la muralla que corona la cima del castillo. Allí, un corpulento gato negro le mira con sus pupilas fosforescentes y le dice: "Aquí está el tesoro", mientras araña la tierra y deja al descubierto una fisura que se adentra en la oscuridad de un túnel subterráneo. Juan no se acobarda, se introduce en la oquedad y baja por unas escaleras que le conducen a una sala abovedada llena de montones de monedas de oro y joyas de increíble pedrería y al fondo una silueta de moriscas vestiduras que le aconseja que se lleve el tesoro.

Despierta Juan Francisco y por su mente desfila toda la película del sueño. Su cerebro se ve invadido por la imagen de las riquezas que no le abandona un instante. Aquella noche vuelve a soñar con el mismo tema. Decide salir de tal situación y cuenta todo lo sucedido a un amigo de toda confianza y se ponen de acuerdo en pedir ayuda a varios familiares para acometer la empresa de hacer una excavación e intentar llegar hasta el tesoro. Suben hasta la cima y se ponen a cavar al pie de la torre que en sus sueños veía Juan Francisco. Con afán van sacando tierra y ahondando en los cimientos de la torre. La noticia del tesoro se ha extendido por el pueblo, vecinos y familiares de Juan Francisco suben también a enterarse de los hechos y ver el final.

Tras grandes esfuerzos se descubre una especie de cueva y en su fondo las tan esperanzadoras escalerillas que se hunden en la tierra. Ya está próximo el hallazgo. Con afán redoblado hincan las herramientas en la húmeda tierra y lentamente van descubriendo nuevos peldaños que terminan en un hueco oscuro y del que sale dando grandes saltos un enorme gato negro con el pelo erizado y lanzando horripilantes maullidos. Salta sobre los trabajadores y Juan Francisco que se había adentrado en la cueva es sacado casi muerto.

Ni los recursos del médico ni las invocaciones a la Virgen del Collado pueden sacar del sopor en que se encontraba el desgraciado buscador del tesoro. Juan Francisco falleció poco después víctima de un derrame cerebral.

Como consecuencia de lo ocurrido cesaron las excavaciones y solamente hoy, lejos en el tiempo del suceso, queda un hoyo de poca profundidad y que dicen los más ancianos del pueblo es lo que queda del suceso del tesoro.

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