Salinas de Hinojares
Hinojares tiene dos salinas, las salinas de "Chillar " al sur y las de "Mesto" al norte. Ambas son salinas de manantial, es decir, agua salada procedente del subsuelo y que emerge a la superficie de forma natural.
El proceso que conlleva el aprovechamiento y explotación del mineral cloruro de sodio (sal) es relativamente sencillo. En principio durante el otoño, invierno y primavera, se recoge y concentra el agua salada procedente del manantial, la cual se conduce hacia una especie de piscinas llamadas calentadorees o concentradores.
La campaña de producción comienza a finales de la primavera principio de verano y se prolonga hasta finales de septiembre, consiste básicamente en que a partir de sucesivas inundaciones de unas zonas acotadas llamadas pilas o tajos y mediante la evaporación del agua, se va depositando la sal insoluble en la base de las pilas.
Cuando las sucesivas capas de sal alcanzan un espesor de tres a cinco centímetros se procede a acumularla en las propias pilas, trasladándola con posterioridad a unas zonas llamadas secaderos, dónde la sal pierde la humedad por último se procede a su envasado como sal gorda.
Se desconoce la fecha exacta en la que fueron construidas las primeras pilas. El conocimiento de la existencia del manantial quizás se remonte varios siglos atrás pero la construcción de las instalaciones y la hacienda se realizó casi con toda seguridad a finales del siglo XIX y principios del XX.
La sal en estos momentos se comercializa como "sal gorda" y se destina en su mayor parte para el consumo del ganado, aunque también se utiliza en la industria cárnica, en panaderías y en menor medida para uso doméstico.
Es difícil calibrar el valor sentimental que las salinas tienen para el pueblo de Hinojares. Hace años las salinas eran frecuentadas por bastante gente, principalmente por lugareños que trabajaban durante el verano en la explotación.
En la actualidad apenas nadie frecuenta las instalaciones y los pocos que las visitan lo hacen por curiosidad. Solo muy de tarde en tarde, es posible escuchar el testimonio de personas (generalmente de cierta edad) que recuerdan con añoranza momentos vividos en las salinas, como Emilio Parra Martos quien trabajó durante muchos años en estas salinas y nos narra una breve historia, la historia más reciente.
Cuenta Emilio que, un tal Don José Manzano, preparó las balsas de elaboración de la sal y construyó un caserón donde la trabajaban para su posterior venta. En el caserón vivía este señor junto a su familia en la planta superior y en los bajos estaban el almacén y las habitaciones de los obreros, que las ocupaban durante el verano, campaña de obtención del mineral.
Estas salinas fueron preparadas para su explotación, de forma masiva, y así dar trabajo a los vecinos de Hinojares. Aunque ciertamente no se sabe quien descubrió el pozo de agua salina, agua muy abundante por los alrededores, ya que hay otras zonas de explotación cercanas.
Las pozas se llenaban manualmente mediante una carrucha (sistema de poleas con cubos, los cuales introducían en el pozo, los llenaban y sacaban al exterior, canalizando el agua, para llenar las pozas). Una vez llenas en unos días entre 3 y 6 aproximadamente, se recogía la sal, y era trasladada a unos secaderos y se vendía directamente a los clientes que acudían con bestias (caballerías) para su posterior transporte y reventa.
Cuentan que había más de cien pilas para secar la sal, estaban empedradas y el producto obtenido era de muy buena calidad y limpio. También tenían nombre (estaba escrito en la misma balsa con piedra más oscura), Mariana, La Séptima, La Doceava, La Cañailla, El Cuadro grande, El Barranco, etc...
El Sr. Manzano, pidió un préstamo de 25000 pesetas, siendo la familia Funes, quien dio esa cantidad. Pasado un tiempo y no pudiendo hacerse cargo de la deuda contraída con esta familia, el Sr. Manzano fue denunciado por un familiar religioso de los prestamistas, siendo llamado a juicio. Proceso que perdió debido a su tardanza en llegar al juzgado, sito en Baza, provincia de Granada. En aquellos entonces, los medios de transporte y las carreteras no eran los de hoy en día, había que cruzar el río Guadiana en una barcaza, que no zarpaba hasta estar completa, posiblemente fue esta la causa de su demora para con el juicio, cuya consecuencia fue la pérdida de las salinas, que pasaron a manos de la familia Funes, quienes habían prestado el dinero.
Los nuevos propietarios de "Las salinas", alquilaron a Doña Francisca Gámez, la explotación de las mismas. Esta señora, era madre de Carolina, Dolores, Angustias, Calixto y Constanza, que se casó con Valeriano Gámez, vecino de Pozo Alcón, que se hizo cargo de "Las Salinas" hasta la Guerra Civil.
En la época de la guerra, la explotación salinera, pasó a manos de la CNT, un partido político de izquierda extremista, que las trabajó hasta el final del conflicto, momento en que volvieron a manos de Valeriano y Constanza. Cuentan los obreros, que Valeriano fue un buen patrón y un gran hombre.
Tras la explotación de Valeriano, pasaron de nuevo a los Funes. En aquellos entonces los hombres cobraban entre 15 y 20 pesetas por día de trabajo y las mujeres entre 2 y 3 pesetas. Tras la repartición de la herencia Funes, las salinas que no se incluían en el reparto, fueron cedidas a Antonio, el único hijo que no había estudiado en mejora de herencia. Este nuevo propietario, decidió encementar allá por los años cuarenta las pozas donde se elaboraba la sal, obteniéndose con más impurezas a partir del segundo año, debido a que ésta desincrustaba el cemento. Cansado Antonio de encementar las pozas y de trabajar las salinas, las vendió a un guarda forestal, Diego Romero Barba.
Fueron gestionadas para el guarda por Don Emilio Parra Martos (nuestro narrador), encargado de contratar y pagar a los trabajadores; de la gestión, venta y distribución del producto final.
Este producto se vendía en Pozo Alcón, Campo Cámara, Castril, Huéscar, Fontanar y a todos los ganaderos de la comarca, pues es beneficiosa para los animales de dieta herbívora aportando sodio a la misma. También sanaba las heridas de la boca de los caballos, mulos, burros y otros animales. Una curiosidad, la sal se ponía en lugares estratégicos, en la sierra, para enriquecer la dieta de los rumiantes que habitaban la misma, tales como ciervos, muflones, cabras monteses, gamos.
A demás de las anteriores utilidades, animales, granjas, cocina, también se usaba y se usa para salar jamones y embutidos, el salchichón concretamente.
En la actualidad el propietario de las salinas, es Millán Gutierrez Caballero, vecino de Hinojares, quien las explotó desde 1997 hasta 2007. Su nuevo propietario, eliminó las pozas pequeñas haciendo tres grandes pilas, que cubrió con un plástico especial y muy resistente, eliminando así las impurezas que tenía la sal procedente de las pilas encementadas.
Un dato curioso, la concentración de sal marina en agua es de 35 a 45 gramos por litro de agua. La sal hinojareña tiene una concentración que oscila entre los 200 y 230 gramos por litro de agua.
En este artículo ha colaborado Soraya Martínez Monge.