Verano del 46

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Verano del 46

Eduardo Alonso Luna

El pueblo de Valdepeñas, está situado a unos 34 Km. de la capital, Jaén.

Visto desde el monte Cerrohueco, presenta un perfil en escalera , comenzando con casas en lo alto del barrio El Chaparral, descansando en la plaza, y dejándose caer hasta las situadas en la parte más baja, Bondillo y Huerta Grande. Está encajado entre dos ríos, que riegan fértil es vegas desde Ranera hasta el Papel, verdeando intensamente en la Casería Trijillo y Molinillo. Un circulo de imponentes montañas rodean el pueblo, con su plaza a 900 mts, de altitud, contemplándo lo desde las alturas, a veces nevadas de La Pandera, Solana, Morenilla y Montesina, y acercándose a él a través de los olivares de La Cuesta, Pocopán y la Calderera.


Un viejo renqueante y bufante autobús, que iniciaba su ruidosa tarea con una manivela, empleab más de dos horas en hacer el duro viaje entre la capital y el pueblo, amortiguado sólo por la breve y efrescante parada en Riofrío. Una gran multitud pectante esperaba su llegada, deseando tener algún día la posibilidad de realizar el viaje. Entre este gentío , destaca Juan Manue Mudo». Antes de la llegada del auto bús, pasea nerviosamente y al divisarlo, manifiesta su alegría con alegres gestos. Al descender del autobús, soldados de reemplazo disfrutan unos momentos de protagonismo y son conscientes de las miradas y comentarios que despiertan en las muchachas

Cada mañana los hombres descienden desde el barrio alto, El Chaparral, hasta la plaza. Allí durante algún tiempo, permanecen en corros, hasta que son contratados. Llevan en su cinto un grueso reloj de cadena en una funda de cuero hecha a mano. Sobre su hombro un morral de esparto, que contiene un calabacín hueco lleno de sal gorda, una alcuza de aceite, algunos tomates, pan, tocino,chorizo y un dornillo de madera. Hacia el mediodía, resguardados del fuerte sol, bajo la fresca sombra de una noguera o peral, cortan pausadamente los tomates, los depositan en el dornillo y añadiendo sal y aceite saborean en grupo el primer plato de su frugal comida. Con los restos de ésta, añadiendo agua y manzana elaboran un fresco gazpacho, que es consumido por turnos bebiendo directamente del dornillo. Al atardecer recogen aperos,enjaezan sus mulas, atan a éstas su perro podenco, del cuello del cual pende un tanganillo, que le impide correr a los conejos e incorporándose a la fila del trabajadores y mulas que vienen de olivares o vegas altas regresan a su casas. Grandes piaras de cabras entran en el pueblo dejando a su paso una alfombra de cagarrutas. Restriegan sus cuerpos contra la paredes tratando de eliminar los parásitos molestos. Las mujeres salen de sus con recipientes metálicos para recibir la leche, que será ordeñada por el cabrero, haciendo sonar un característico ruido. Anochecer, <<Matasiete<<,el pregonero del pueblo, después de atraer la atención del de los vecinos con toques de corneta en forma de cuerno, hacía sonar su pregón:

- Ha acabado de llegar el pescado fresco a casa del <<Rarro>>, jureles, sardinas... - Se ha perdido una cabra mocha... -Esta noche en el Cine Luna la gran película<< Allá en el Rancho Grande>>. Suave y lánguidamente, la paz invade el pueblo,y los vecinos, sentados en sillones de mimbre o sillas de anea en las puertas de su casa, inician diálogos bostezantes y familiares, sin casi palabras.Los niños juegan en la plaza, a << arroz>> (hay que pasar de una parte a otra, sin ser pillados), mientras que las niñas en corros alejados, miran a éstos entre observadoras y despectivas..

Valdepeñas era un pueblo de cosechas tardías, debido a los fuertes frío de invierno, que solían castigar las siembras hasta bien entrada la primavera. Hacia finales de julio, las espigas granadas e inhiestas, anunciaban la llegada de recolección. Multitud de segadores con su hoz al hombre, bajaban de los barrios altos del pueblo hacia las vegas y comenzaban la siega. Encorvados sobre si mismos, con dediles en los dedos de su manos izquierda, nerviosos y dinámicos como hormigas, describían bajo el ardiente sol concéntricos semicírculos con la hoz, convirtiendo los antes esbeltos trigales en áridos rastrojos. Las gavillas eran depositadas en la era a la espera del viento solano.

Durante la noche segadores y muleros, acomodaban su lecho entre las gavillas, teniendo como cobertor el inmenso azul del cielo, agujereando por el parpadeante blancor de las estrellas. Algunas de ellas,fugaces en su caída, dejando atrás una estela de corta vida, alteraban la monotonía de una larga noche, que tenía su fin cuando los tibios soles del amanecer venían amortiguar el frío de ésta. El agudo sonido de los cantes de siega interpretando por los muleros, se acomodaba al cansino trotar de los mulos y poco a poco, los informes montones de gavillas, se convertían en una amarilla superficie homogénea. El viento solano completaba la tarea separando las livianas pajas del trigo, cuando ambos eran arrojados al aire, en la dirección que éste señalaba.

El verano tenían a su fin en la feria del pueblo que para homenaje y devoción al Cristo de Chircales, comenzaba el primer día de septiembre con una duración de cinco. El día anterior al comienzo, los niños se situaban en la entrada del pueblo, frente al cementerio viejo, aguardando la llegada de las atracciones. Al divisar el renqueante camión que los transportaba, corrían delante del él, profiriendo alborozados gritos: las cunicas. Completaban las escasas atracciones de la época, pequeñas ruletas ( el tío y la tía) con fotos de actores y actrices, donde por una perragorda, el feriante demostraba que eso de la probabilidad de un medio era un completo disparate matemático, nunca tocaba. Una paloma encerrada dentro de una pequeña caja de madera,asomando su pico y brillantes y asustados ojos, por una tronera,atraían la atención de cazadores.Mediante una escopeta de aire comnprimido,cuyo punto de mira había sido manipulado, se disparaba una pequeña flecha, que en caso de producir sangre, adjudicaba la paloma al tirador. Evidentemente las sufridas palomas duraban varias ferias. El momento culminante de la feria,era la procesión, seguida de solemne oficio religioso. El Cristo de Chircales, representando en un cuadro, era trasladado desde la entrada del pueblo hasta la iglesia. Baltasar, Juan Manuel y otros enarbolaban al viento grandes banderas, precediendo la larga fila de mujeres piadosas, algunas de ellas descalzas, que con gran recogimiento acompañaban al Cristo. Presidiendo la procesión D. Juan Heredia, Párroco, Alcalde, Hermano Mayor,Sargento de la Guardia Civil y otros notables. El inspector de los municipales, Pedro, imponían seriedad a los niños que intentaban mezclarse con las autoridades, mientras que el maestro <<Granizo>> con la banda de música interpretando agradables marchas, cerraba el cortejo. Ala salida del oficio religioso,grupos de muchachas inician repetidas vueltas a la plaza.Los muchachos las siguen a corta distancia, bajando sus cabezas

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