Cine ambulante a mediados del siglo XX

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Bases del concurso

El cine en los pequeños pueblos

Poniéndonos en situación

Imagen del borrico que iba con la cámara de cine de pueblo en pueblo
En la década de los años cincuenta, en los pueblos pequeños y aldeas, no había ninguna diversión o sitio de ocio para distraer a la juventud y pequeños de la casa, en la aldea de Ribera Baja de Alcalá la Real, un señor compró una maquina de cine,y ponía películas en un salón que tenía, que también lo utilizaba para dar bailes. La máquina de cine, todo iba en dos maletas, el proyector los brazos donde se ponían los rollos de la película y los altavoces. Éstos eran una de las maletas, que se habría por el centro y eran dos altavoces, cuando se instalaba el proyector, los altavoces se ponían cada uno, en una esquina del local, para que el sonido llegara mejor a la gente. La pantalla era una sábana blanca que se colgaba en la pared.

El montaje de la película

En la Ribera Baja ponía películas los días de fiesta o muy de tarde en tarde, cuando recibía una película, que venia en dos o tres grandes rollos, de unos cuarenta o cincuenta centímetros de diámetro, cada rollo, aproximadamente, venían dentro de una saca de tela muy fuerte atada por la boca con una cartulina escrita la dirección del destinatario, también iba a otras aldeas a poner películas como a Ribera Alta y Mures y otras aldeas cercanas, las maletas del cine las transportaba desde la Ribera Baja a las otras aldeas, con una borriquilla que le pedía a un señor que era vecino y amigo, también le acompañaba el hijo del dueño de la borriquilla, que apenas tenia 8 o 9 años y le ayudaba a vender las entradas y luego de portero, cogiendo las entradas para pasar al cine. Las entradas de papel se guardaban, porque, tenían que valer para otra función, así, una y otra vez, hasta que ya, se estropeaban demasiado y había que romperlas.

Anécdotas de rodaje

Una noche después de poner la película en Mures , y cargar las maletas del cine en la borriquilla, el dueño de la maquina del cine, le dijo al chaval que se adelantara, de regreso a la Ribera Baja, que él se quedaba un poco más tiempo, para hacer cuentas con el dueño del salón, y darle su comisión, le dijo, que él, le alcanzaría en poco tiempo, el muchacho cogió el cabestro de la borriquilla y se puso camino de regreso a Ribera Baja, él conocía el camino perfectamente, y sabia que a unos pocos cientos de metros estaba el cementerio de Mures y sabia que había que pasar junto a él, por este motivo, iba caminando despacio para que el compañero le alcanzara pronto y no tener que pasar solo, junto al cementerio, ésta noche había luna llena y parecía que era de día, por la claridad que reflejaba la Luna, por mas veces que volvía la cabeza no llegaba a ver al compañero de viaje, el chiquillo se agarró a una de las cuerda del aparejo del animal y la vista fija en las sombras que daban las paredes del cementerio y los almendros, solo se escuchaba las pisadas del animal y la leve brisa del viento que movía las hojas de los almendros, solo tardo en pasar esta zona unos minutos pero a él le parecieron una eternidad, poco después, el compañero le alcanzó, pero cuando llegó, le preguntó que como estaba, pero el chaval, no podía articular palabra, éste fue el último viaje que acompañó al del cine, como ayudante, el chaval de entonces, hoy tiene cerca de setenta años, todavía cuando se acuerda de éste episodio, le entra un escalofrío por la espalda, y se le pone la piel de gallina, no puede evitarlo. La película de éste último viaje que hizo, la recuerda perfectamente, se llamaba "La última carga" que trataba de indios y soldados yanquis.

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