Recuerdos: La calle Ejido

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Recuerdos: La calle Ejido, de Valdepeñas de Jaén.

Antonio Gallego Estepa

Suele ocurrir muchas veces que te tiras rato y rato pensando de qué vas a escribir y cuando ya, por fin, encuentras algo, no sabes cómo vas a comenzar.

Así es que...

De lo que vaya escribir hoy es de la calle Ejido de Valdepeñas de Jaén, mi pueblo, y he de decir que ha venido a cuento escribir sobre esta calle porque hace unos días, al pasar por ella, me llamaron la atención unos azulejos de cerámica colocados en la fachada de la casa nº 89, y en los que se leía «SUCESO RES DEPEDRO «PATAGORDA» (1896-1998).

La calle Ejido es para mí la calle de mis mejores recuerdos, puesto que es la calle donde me crie y formé como persona, ya que en ella estuve desde los tres hasta los veintitrés años. En ella jugué de niño con mis amigos ya idos: Perico Romero, Quisco General, Jacinto Parra y otros más. Jugábamos a las gállaras, a los toreros, a la «piola» y al salto de la papa.

Las gállaras eran una especie de lo que hoy se llama canicas, que íbamos a coger al campo y las encontrábamos en los tallos jóvenes de quejigos, pues eran una protuberancia boronda que les salía en las ramas .

Los toreros eran los dos cartones mayores que tienen las pequeñas cajas de cerillas , una vez desarmadas, y el juego consistía en poner el torero sobre la pared y dejarlo caer. El jugador siguiente hacía lo mismo y, si su torero caía encima del otro jugador, lo ganaba y se lo llevaba . En caso contrario se quedaba y se seguía jugando hasta que uno ganaba.

Con las gállaras se jugaba casi lo mismo que hoy se juega con las canicas. Recuerdo que uno de los juegos consistía en lo siguiente: Un jugador colocaba la gállara en el suelo y a una distancia acordada, que podrían ser unos dos o tres pasos; el otro jugador tiraba su gállara con intención de darle. Si le daba, ganaba una gállara, mas si además de darle, una y otra gállara quedaban a una distancia no superior a una cuarta, el ganador decía: «Cuarta y tarantán dos» y ganaba dos gállaras.

El juego de la «piola» era un juego que se hacía saltando sobre otro que se colocaba en sentido transversal, las piernas algo dobladas y los codos encima de las rodillas. A este jugador se le llamaba «burro». Para el salto de la papa se precisaban tres para hacer de burro: dos en sentido transversal doblados como en «piola» y con los «culos» juntos, y un tercero, en sentido lineal, de rodillas, abrazado a los muslos y la cabeza metida entre las nalgas de los que hacían de burro. Los otros tenían que saltar corriendo y dar una voltereta, hincando la cabeza en la encrucijada que se formaba entre los culos y el cuello del que hacía de burro. Había muy buenos saltadores en uno y otro juego, aunque a decir verdad, yo nunca fui de aquellos. Lo que sí fui siempre fue un buen burro.

Con esto de los juegos se me ha ido el santo al cielo y me he desviado de lo que comencé diciendo en este artículo sobre la calle Ejido.

Ya he dicho al principio que de la calle Ejido guardo mis mejores recuerdos y los guardo en la memoria con más claridad que lo que hice hace dos meses.

En aquella época las personas eran más conocidas entre sí por el apodo que por el nombre y apellido y por eso vaya nombrar a los vecinos de la calle de la manera en que éramos conocidos. Supongo que no se molestarán los descendientes de aquellos. Si es así, de antemano les pido perdón.

Vaya comenzar la calle de abajo a arriba y por la derecha. Estos eran:

José «Rondino», Federico «Cerroj o», Francisco «Ferringues», Perico «Romero», Rafael «Correas», Aurelio «El Yegüero», El «Maestro Wenceslao», Juanillo «El Bizco», Atanasia «la de Casamermeja», Perico «Partaeorda», Josico «Patarras», Juan Ignacio (P), Florencio Nieto , Periquito «Pupas», Periquito «el Huevo». Josico «el Macho», Juanico «Flores», Florencio «Malaeuita», Francisco «Melleta», Blasico Sánchez.

Por la izquierda, y también de abajo a arriba, comenzaban de la siguiente manera:

Bartolico «Peales», «Apito el cabrero», Pedro «la Perica», Tobalico «Roseta», Antonio Gallego, mi padre, Josico «Milagros», Marcelino «el Ángel», Periquito «Picatostes», «Séruulo», Consolico «la de los mudos», josico «General», Juanico Ant° «Almagro», Juanico «Mandiles», Periquito «Coronao». Periquito «Barcina», Lorenzo «Gazpa cho», Antoñico «Pocopdn», José «Ereo», juanico Antonio González, Rafalico Cortés.

Es probable que me haya dejado alguno. No lo sé. y lamento no poder comprobarlo, ya que no tengo a nadie a quien preguntar que esté en condiciones de contestarme, y tengo que decir además que el lector tal vez se haya dado cuenta de que al nombrar a mi padre lo haya hecho sin apodo. Esto es debido a que mi padre, que yo sepa , no tenía apodo y sí era conocido por el nombre y apellido. La que sí tenía apodo era mi madre, ya que su padre, mi abuelo, era conocido por Juan «Celemín». Y por lo tanto, ella era conocida por M.ª Paula «La Celemina». Creo que la cosa queda aclarada.

Quiero también decir que en los nombres aparece la terminación del diminutivo «ICO» en casi todos ellos. Esto se debe a que en Valdepeñas de Jaén, y en aquella época, cuando a un niño se le hablaba de una persona mayor, o éste se refería a ella, no siendo de la familia, el nombre en muchos casos terminaba en «ICO», como por ejemplo: juanico, de Juan; josico, de José. En los nombres de los niños la terminación era «ILLO»: Juanillo, de Juan; josillo, de José. La terminación «ITO» vino algo después y solía usarse en los niños de familia acomodada.

Otra cosa que también merece mención es que había aquí en Valdepeñas y en algunas familias de buena posición económica la costumbre de seguir llamando niño o niña a personas que tenían sesenta, setenta o más años. Era frecuente oír decir: el «Niño Constantino», el «Niño Antonio», la «Niña Bernardina», e incluso llegaban a morir de viejos con ese apelativo.

No sé qué dirá el lector cuando lea esto, si es que lo lee. Allá él con su opinión. Yo me quedo con la mía y con mis recuerdos de cuando era niño; porque, ¡claro! yo también fui niño. Un niño que jugaba, que reía y que lloraba. Como todos los niños. Pero de eso hace ya muchos, muchos años.,

Valdepeñas de Jaén, Septiembre 1999.


http://www.lugia.es/lugia/modules.php?name=Content&pa=showpage&pid=24 PÁGINA: 61


Artículo de Lugia.

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