Otíñar

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Constituye Otíñar un territorio marcado por un conjunto patrimonial diverso y complementario, integrado por bienes diacrónicos y de amplio recorrido temporal representativos de la evolución y formas de ocupación humana, al que se superponen los valores paisajísticos que definieron y promovieron la ocupación de este paraje de la Sierra Sur de Jaén y que ofrecen actualmente un alto valor de uso y disfrute para la comunidad, en un íntegro paisaje ambiental y cultural.

Una ocupación que arranca, en lo que conocemos, desde el Neolítico, cuya impronta temporal se extiende por el paisaje en espacios construidos (necrópolis dolménica, poblado eneolítico amurallado, fortaleza islámica, villa medieval cristiana con su castillo, aldea de colonización decimonónica…), en ámbitos de explotación diversa (vegas agrícolas, recintos ganaderos, canteras de sílex…) y en lugares marcados simbólicamente (estaciones rupestres con pictogramas y petroglifos o el vítor de Carlos III), todo ello enmarcado en un notable espacio natural señalado por este complejo paisaje cultural construido por la superposición de ocupaciones diversas a lo largo de 6.000 años.

Los elementos patrimoniales diseminados a lo largo de la Zona Patrimonial se localizan en un ámbito geográficamente integrado, los Valles de Otíñar, siendo testimonios de la larga historia de este paisaje.

En esta trayectoria temporal, pueden destacarse la cueva neolítica de los Corzos, los más de veinte abrigos con manifestaciones de arte rupestre, las canteras de sílex a ambos lados del curso medio del Quiebrajano, la muralla y el dolmen eneolíticos del Cerro Veleta, el sitio romano en la vega del río, el castillo y la aldea medieval, las ruinas de la fortaleza islámica del Cerro Calar, el monolito de Carlos III y la aldea de colonización de Santa Cristina.

Esta riqueza patrimonial es consecuencia de la larga explotación de la zona desde hace al menos 6.000 años. En este largo período de tiempo ha sido deforestada, cultivada, repoblada, quemada, desecada, perforada por minas y edificada.

Cada acto ha dejado su impronta y a grandes rasgos puede leerse en ellos que no ha existido una continuidad en la ocupación aunque sí en el aprovechamiento, y por parte de grupos humanos nunca demasiado numerosos.

Conocemos asentamientos de época neolítica, de la edad del cobre, romanos, medievales, de época moderna y contemporánea, utilizando cada una de las poblaciones radicadas en el valle un lugar distinto de poblado de la anterior, exigiendo las bases económicas, las ideológicas y las coyunturas políticas, peculiaridades muy dispares para determinar el lugar de ubicación de las poblaciones. Santa Cristina, la aldea del siglo XIX, se levanta en una suave loma ligeramente alejada del río pero dominándolo y con algunos cortijos a pie de huerta.

La Otíñar medieval en un cerro bien defendido con control directo sobre la vía de paso -camino viejo a Granada- y las vegas.

El sitio romano en la misma vega, sin pretexto aparente por la defensa pero con un marcado control del cauce fluvial. La comunidad de la Edad del Cobre en el Cerro Veleta, con una gran visibilidad y dominio del paso preferente. La neolítica en una cueva, la de los Corzos, enriscada en las alturas de uno de los barrancos más recónditos de la sierra.

Más detalladamente, en etapa prehistórica el paisaje es controlado de muy diversas formas y por un largo período. Los dólmenes del Cerro Veleta se sitúan al frente de una muralla que controla el puerto de más fácil acceso al valle.

Por otro lado, los abrigos con manifestaciones rupestres, situados junto a las zonas de tránsito y de cierre de las visuales, constituyen hitos claves para avanzar en el conocimiento del territorio prehistórico.

Las diferencias estilísticas que presentan podrían estar tratando de evidenciar momentos diferentes de ejecución y un interés distinto, pero sí queda claro que ofrecen una unidad de estudio en cuanto a su agrupación e importancia dentro de la Alta Andalucía.

En este sentido, las estaciones rupestres de Otíñar deben ser puestas en relación con las de Navalcán en Noalejo, cuya continuidad sigue el curso del río Quiebrajano y del Río Jaén con sus diversos afluentes, valles a los que están asociados otros abrigos como los de Río Frío, Peñas de Castro y La Mella, ya próximos a la ciudad de Jaén, que establece la Sierra Sur como centro de un importante núcleo pictórico.

Un caso único lo constituye el Barranco de la Tinaja, que ofrece en sus diferentes estaciones las únicas representaciones de petroglifos que conocemos en la zona de Otíñar, si exceptuamos las cazoletas grabadas en cuevas como la de Los Herreros o La Cantera.

Algunos de los motivos de El Toril se repiten en otros paneles del Conjunto Rupestre del Barranco de la Tinaja, como en los abrigos III y IV (círculos concéntricos), si bien es en esta cueva donde la treintena de figuras se presentan con una sorprendente insistencia, imagen favorecida por su grado de conservación. Su técnica y motivos convierten a este conjunto en excepcional dentro del contexto de la Alta Andalucía, apenas existiendo equivalentes salvo casos aislados como la Cueva del Encajero en Quesada, donde sin embargo no se alcanza la magnitud de este abrigo de El Toril, el cual incita a buscar paralelos en los grabados gallegos y portugueses.

En referencia a las representaciones rupestres de la Zona Patrimonial, es de destacar por último la aparición de una pintura parcialmente oculta por incrustaciones calcáreas y con forma de reticulado, encontrada en una de las canteras prehistóricas de sílex.

De ser coetáneos ambos hechos nos ofrecerían una valiosa información sobre la economía de los ejecutores de estas representaciones.

La otra gran ocupación conocida de la zona es la del siglo XIX de nuestra era, cuando se delimita el antiguo Señorío de Otíñar. La colonización de esta parte de la Sierra de Jaén ya se intentó en 1504 bajo los auspicios de la reina Juana, pero fracasó, aunque el Ayuntamiento mantuvo, al menos hasta 1627, el cargo de teniente de alcayde del castillo de Otíñar.

El Señorío o Baronía es otorgado a Jacinto Cañada Rojo por Fernando VII entre 1824 y 1834 con la condición de edificar una villa para quince vecinos.

La finca se formó por la unión de los cuartos del castillo de Otíñar y La Parrilla, pertenecientes al caudal de propios del Ayuntamiento de Jaén, que se resistió a la desamortización de los mismos alegando incumplimientos de las condiciones impuestas por la Corona.

La población se construyó de nueva planta, estructurada en torno a una plaza donde se ubica la iglesia y la casa de los señores, de la que parten dos calles empedradas.

Completaba el asentamiento un conjunto de cortijos y chozas dispersos en las vegas del Quiebrajano, que junto a las manchas de secano distribuidas por el sector norte del latifundio, constituyeron la base económica de los pobladores, provenientes en inicio de zonas de la sierra de Almería, Granada y sur de Jaén.

Desde ese momento y hasta la Guerra Civil, la población prospera y llega a contar con 300 habitantes dedicados casi en su totalidad a la agricultura, con un fuerte complemento ganadero. A principios del siglo XX la aldea se urbaniza y la Diputación Provincial de Jaén construye la carretera de acceso.

Tras la Guerra Civil se produce la despoblación del sitio, que se abandona por completo a principios de los setenta.

La importancia de la ocupación del XIX se sustenta en numerosos motivos, destacando el interés arqueológico, arquitectónico y etnológico de sus hechos materiales.

Además, la delimitación del Señorío de Otíñar enlaza en buena medida con la de la Zona Patrimonial al suponer una unidad clara del paisaje.

Ámbitos patrimoniales

Todos estos elementos se caracterizan por contener pinturas rupestres.

  • II: «Conjunto rupestre del Cerro Veleta», engloba los abrigos denominados Cueva de los Herreros I y II, Poyo de la Mina (8), Cueva de los Soles (9), así como el abrigo denominado Cerro Veleta I . Estos elementos se definen por contener manifestaciones de pintura rupestre.
  • III: «Poblado y necrópolis del Cerro Veleta» (21). Se trata de un yacimiento calcolítico del que se conserva parte de la muralla que lo defendía. En la necrópolis destaca el dolmen del Collado de los Bastiones .
  • IV: «Vítor de Carlos III» (28). Elemento erigido en 1784 como conmemoración de la reforma y acondicionamiento del camino que conduce a Otíñar desde Jaén.

La base es de sillares calizos que se remata con una cartela con la inscripción "Reinado de Carlos III Padre de sus pueblos año 1784". La estructura se remata con el escudo real de los Borbones entre volutas.

  • V: «Conjunto rupestre del Peñón de la Bríncola» formadopor los abrigos denominados Cueva de la Higuera I y II, así como los abrigos de la Cueva del Plato I, II y III. Todos ellos con pinturas rupestres.
  • VI: «Castillo de Cerro Calar». Las fuentes indican que su origen es medieval, en concreto del período islámico.


  • VII: «Villa romana del Laurel» . Localizada gracias a una prospección arqueológica, de ella se observa en superficie fundamentalmente material cerámico y constructivo. La delimitación incluye una serie de conducciones hidráulicas relacionadas con la villa.


  • VIII: «Aldea de Santa Cristina». Su fundación data de 1826 según licencia Real otorgada a Jacinto Cañada Rojo, que obtendría el título de primer Barón del entonces constituido Señorío de Otíñar. Hoy abandonada, llegó a contar con unas cincuentas viviendas de colonos organizadas en tres calles y una plaza, casa consistorial, escuela pública y templo parroquial. Fundamentalmente se diferencian tres sectores, área

residencial, industrial y cementerio, aunque también se ha incluido una serie de cortijos e instalaciones dispersas relacionadas con la aldea.

  • IX: «Conjunto rupestre del Barranco de la Cañada» compuesto por los abrigos denominados El Covarrón I y el abrigo de la Cantera. El primero de ellos contiene pinturas, mientras que el segundo posee además petroglifos.
  • X: «Canteras de sílex del Cuchillejo» (23). Explotación de origen prehistórico, posiblemente vinculada con el poblado de Cerro Veleta.
  • XI: «Conjunto rupestre del Barranco de la Tinaja», formado por los abrigos denominados Cueva del Toril y Barranco de la Tinaja I y II), III y IV. En ellos se localizan diversos paneles con pinturas y petroglifos prehistóricos.

Su origen es islámico pero mantiene una ocupación en épocas posteriores, en las que es profundamente transformado. Se conservan emergentesvarias torres y parte del lienzo de muralla.

  • XIII: «Aldea de Otíñar» (27). Integrada en el anterior ámbito. De ella se conservan en superficie restos de algunas viviendas y de una capilla medieval.
  • XIV: «Conjunto rupestre de las Vegas Altas», donde se ubica el abrigo del Poyo del Ventorrillo (19).
  • XV: «Cueva de los Corzos», se corresponde con un asentamiento del Neolítico Medio donde predominan los restos cerámicos y líticos.


Referencias

Este artículo incorpora material de la Resolución de 17 de abril de 2008, de la Dirección General de Bienes Culturales, por la que se incoa el procedimiento para la inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Zona Patrimonial, de Otíñar, en el término municipal de Jaén.

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