La vivencia de un peregrino en los Entredichos (Noalejo)
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Contenido
Acceso a la villa. Primeras impresiones
Sus últimas palabras dieron estoque a mi voluntad: “... visita y pasea por el legado que nuestros ancestros dejaron, capta y memoriza toda visión u olor, pues el tiempo ya no me lo permite”. Dejé en el bufete una torre de Pissa llena de expedientes, sumarios, juicios y un largo demás y me encaminé a mi súbita diligencia. Algo más que los últimos vocablos del abuelo hicieron eco en mi ser y más tarde descubrí. Emprendí mi destino hacia tierra andalusí en búsqueda de mi meta: Noalejo, sito en un desvío de 1km y medio de la nacional A-44 y tras una larga jornada amanecí en la tierra de doña Mencía de Salcedo: los Entredichos, tierra dispuesta entre Jaén y Granada. Miles de frases y secuencias en blanco y negro pugnaban por hacerse visibles a mis niñas oculares y hacer sitio en mi mente, todas ellas producto de los innumerables relatos narrados por el abuelo con el llanto por la lejanía de sus raíces, de mis raíces, y que ahora son en mi una inexplicable sensación del deber o de la curiosidad. Según se proceda del norte o del sur de la autovía, se pasa junto a o por el puente de entrada, y cruzando éste; melena al viento el olor de las chacinas, delatan el carisma emprendedor de un sector de la población, cuya esencia rural pero con inquietudes reformistas es una de las piedras de su infraestructura: un típico mesón, un acogedor hostal-restaurante que renueva la imagen de las remotas ventas y una nueva gasolinera. Decidido a resarcir mis fuerzas degustando un apetecible desayuno “ cuquillo “, tomé contacto con el simpático gracejo de sus habitantes y tan cercano para mí. Proseguí mi marcha por un largo tramo de alfombra asfaltada, lengua de camaleón que me acercaba al núcleo urbano, divisando una pétrea construcción con unos titanes tubulares, destino hoy para pienso de animales. Recordé sus palabras: “ mi padre trabajaba en la fábrica del puerto como maestro de harinas y amasador, así teníamos en la casa todos los días pan caliente y un jornal”. El puerto carretero, lugar de entrada y salida de diligencias, braceros, soldados y cualquier otro menester de este punto geográfico. Lugar que permanece perenne ante cualquier mutación histórica, y es que, notamos el tiempo pero no lo vemos pasar. Los 1040 metros del puerto Carretero en época invernal dejan una estampa de Navidad: sempiternos olivos sacados del congelador en las horas vespertinas, una semialfombra blanca en la tierra y una pura pero boxeadora presión atmosférica. Ingente y continuo océano de olivos, árbol intrínseco en la historia de la fundación de Roma. Con sus ramas Jesucristo fue aclamado a su entrada a Jerusalén, ramita portada por una paloma indicando el final del diluvio universal. Fruto del olivar, imprescindible en la dieta mediterránea y modo de vida cargado de tesón y con rituales aprendidos y transmitidos. En breves días comenzará su recolección. Corté unas ramitas con fruto, como recuerdo de mi paso y continué. Hasta la entrada poblacional gradualmente la elevación aumenta, donde en sus antiguos campos de espadas gramíneas, jornaleros custodios trillaban, aireaban el grano y pernoctaban en caluroso tiempo de siega acompañados de bestias trabadas. El ladrillo va haciendo notar su presencia, prueba de ello son las viviendas en construcción y la monumental cooperativa aceitera: Jesús del Gran Poder.
Plaza de España y cercanías
En el corazón de la villa, la plaza de España. Me parece oír los niños de su recuerdo practicando sus juegos favoritos: la pita, el calé, saltar el burro, la comba,...junto a árboles casi desnudos que rodean esta construcción ovalada. La desaparecida rueda del álamo, grueso árbol lugar de múltiples conversaciones y encuentro de enamorados, sustituido por una fuente central. Me acomodé unos instantes en un asiento de piedra observando y filmando cámara en mano y en pocos instantes, me acompaña la ingenua curiosidad de un lugareño de avanzada edad con bastón de apoyo. Su amena conversación y su mención al tiempo esquivaban su por fin formulada pregunta: -¿De quién eres tu?-. Le expliqué mi visita y mis antepasados y resultó ser amigo de la infancia del abuelo. Características expresiones, peculiares ademanes y deje al hablar me orientaron acerca de otros lugares, historias y parientes que aún residían allí. “ Adiós mozo, Dios te guarde. A ver si vienes más veces “ -, fue la bienaventurada despedida de la humildad personificada. El blancor de sus casas y el verdor de sus campos, hace patente la ubicación de la población en Andalucía, aunque su acento es más propio de la zona granadina. La plaza, encuentro de paisanos en el mes de agosto para las fiestas patronales con ambientada música, terapéutico paseo para cualquier edad, lugar de apuestas en época electoral, rodeo procesional de diferentes iconos religiosos, etc. En sus cercanías, se sitúa un pub, vocablo que sustituye a las peculiares tabernas e incluso a los bares, cuya entrada es conocida como el “ liso de D. José ”, era paseo juvenil dominical y festivo con pretexto de ver pasar a los pretendientes. En la esquina una nueva oficina Cajasur, antiguo casino que albergaba tapetes verdes y competitivos naipes. Lugar de hombres, quienes degustando un chato comentaban la caza, la política local, la aceituna y con algún que otro chascarrillo daban noticia de algún acontecimiento cotidiano. Ubicados ambos lugares en el semanal y concurrido mercadillo de los viernes que engalana esta vía de principio a fin en la calle Juan Carlos I, nombre que sustituye a la calle Jose Antonio. A caballo entre la plaza de España y la plaza D. Pedro Menor, ocupa su espacio la Iglesia, otro edificio resistente en el tiempo y en el espacio, sometido a varios retoques. Una de sus torres ha quedado descubierta, al igual que parte de la fachada eclesiástica y la casa parroquial habitada por misioneras de acción parroquial está siendo reconstruida.Casa Consistorial
Atónitamente observo a San Francisco de Paula, presidiendo la fachada consistorial, antiquísimo patrón de la villa. Volutas férreas, tal como mano presta a ser besada, son contrafuertes de los balcones. Memorable edificio cuya luz al exterior son ingentes faroles de sereno en la fachada, con amplios y consistentes enrejados en balcones y ventanas. Antigua escuela pública era; 3 clases de niñas con profesoras y 3 de niños con profesores, en distinto piso, en distintas escaleras de acceso y con distintos recreos. Pocos niños disponían en su mano de la pluma y el tintero, el pizarrín y su tiza, y en su lugar, un arado tirado de bestias, un rebaño de cabras u ovejas o una azada en su lugar. Guinda de pastel es la torre, coronada con frontón y ambientada con el embaucador gorjeo de las aves donde tienen guarida descubierta. Un sentenciador reloj que proporciona y priva de cada segundo vital y da entrada en la plaza a cada año con un gajo de uvas que deleitan los “ cuquillos “. La curiosidad revolotea sobre mí acerca de su nuevo interior, tras varias reformas efectuadas. Repentinamente se abre la monumental puerta de la casa consistorial, emblema social de la villa, marca de que un nuevo día de trabajo acontece. Me dispongo a entrar y desde abajo miro hacia arriba y veo el pabellón ondeando, figuras de algodón cruzándose con el empedrado marco de entrada. A sendos lados del zaguán: una oficina municipal y el Juzgado de paz que ha vuelto a su lugar originario y cuya puerta está abierta y hay varias personas haciendo trámites. El segundo cuerpo un patio andaluz con ascensor, y el tercer cuerpo un pequeño pasillo con escaleras que dan acceso a la primera planta. En dicha planta se halla el salón de plenos y las oficinas, en las que soy recibido en su entrada por uno de sus trabajadores. Con las aclaraciones que aporto soy gentilmente recibido y con melindre en sus palabras me explica cada una de mis cuestiones. Se me muestran cada una de las dependencias de trabajo, la segunda planta que es uso de múltiples actividades, el cuarto del reloj, siempre cerrado y las reliquias mecánicas que le dan vida, y de nuevo en la primera planta: el archivo. Una sublime estancia histórica invalorable y sin parangón a mi parecer. Me cautiva la penetrante mirada de un retrato expuesto en el despacho de la alcaldía: Carlos Garcìa Llaguno. Fue apoderado de los últimos señores del mayorazgo de Noalejo: los duques de Fernán-Núñez, ducado que fue otorgado por Fernando VII. Curiosamente esta noble dinastía tiene parentesco con la casa de Alba, ya que son los bisabuelos paternos de nuestra entrañable duquesa de Alba: Cayetana Fitz-James Stewart. Tal mi estado de emoción que fui obsequiado con un libro del cronista de la villa, donde poder aumentar mi conocimiento y agradecido y con respuesta impulsiva añadí: “Gracias, ya volveré por aquí “-. Dispuesto a marcharme y percatado de mi presencia me acompaña a la bajada el Juez de paz, quien me muestra el juzgado y la biblioteca jurídica donde estaba consultando la secretaria. Con afable trato y desinteresado servicio de ambos, queda dicha dependencia para una próxima visita.
Iglesia Nuestra Señora de la Asunción, Casa-palacio y su entorno
De las primeras construcciones de la villa. Altas torres vigías protegen sus laterales exteriores, expresión de paciente elaboración en sus equitativas piedras dispuestas una a una. Desde su entrada extiende su mirada al feligrés el lienzo de la patrona cuya argéntea base y andas procesionales son reflejo de la devoción popular. Las múltiples tallas que conforman sus laterales, capillas y monumental retablo dorado han sobrevivido a tiempos difíciles y son motivo de diversas festividades y fundamento de plegarias. El antiguo enrejado se ha suprimido, el púlpito y los frescos de sus techos por igual, apareciendo un ingente arco de medio punto de rojizos ladrillos. El omnipresente silencio en este templo de recogimiento espiritual es llave conectora de lo terrenal con lo divino. No soy muy profeso en la doctrina, pero un halo de misticismo clava en mi como aguja en acerico. Arañas eléctricas cuelgan de sus techos, símbolo de la renovación y adaptación a la moda decorativa, y es que la devoción a la patrona tiene enorme acento y acérrimo para sus paisanos que no titubean ante cualquier donativo a la misma. Razón encuentro en los recuerdos del abuelo: “ la iglesia es pequeñita pero muy resultona ”. Llaman mi atención unos cestitos de esparto para la cuestación diaria y dominical, obra de algún lugareño devoto con manos “ apañadas “. Giro y encuentro expuesta una exquisita reliquia: las copias de la Sábana Santa de Turín, prueba viviente de la cuestionada figura de Jesús para muchos. Contiene unas inscripciones latinas laterales referentes a la imagen y a un cuadro. Esta reliquia ha sido investigada y estudiada por doctos en la materia e inspiración de muchos artículos y libros. Me tengo que marchar, patrona, fue mi último pensamiento y mensaje. Al salir al exterior, observé la nombrada plaza del anciano del bastón: la plaza D. Pedro Menor, un ilustre paisano que llegó a notario pasando por toda una odisea y que colaboró bastante con la villa. En la parte izquierda, está la plaza D. Mencía de Salcedo en honor a la patrona. Ligero maquillaje constructivo en la fachada le da pinceladas a este edificio, hoy vivienda de dos familias. En la esquina se encontraba el convento de la Victoria, de la orden de los mínimos, también lugar de residencia de algunas familias, quienes en su reconstrucción hallaron algún que otro hueso en sus cimientos. El convento, la casa-palacio y la iglesia se intercomunicaban por un sótano interior, que albergaba el cementerio de los frailes. De nueva construcción es el centro Guadalinfo, colegio digital donde dar rienda suelta a nuestra creatividad y aumentar nuestro bagaje cultural. Animado por la curiosidad, bajé una elevada cuesta y girando a mano derecha contemplé el pilar del Pilarillo. Pila bautismal y medicinal que da origen a la población y que hoy muestra un reconstruido pilar. Cuentan que el pilar en el que dona Mencía sanó sus dolencias se encontraba en la parte opuesta. Filmé toda visión y me apresuré a mi siguiente parada.Ermita y Cementerio
Atravesando la vía Real, senda procesional y camino ganadero que da nombre a la feria real de septiembre desde el siglo XVI por Real Decreto, me encamino a visitar dos lugares: la ermita y el cementerio. Noalejo cuenta con otro cementerio nuevo, en el que no tengo familiares pero he de visitar en venideras jornadas. Dicha feria desde sus primitivos orígenes, ha tenido diferentes ubicaciones y constituía la mayor fuente de riqueza hasta el siglo XVIII, con la existencia de las minas. Tragineros de todos los rincones, vendedores y compradores se daban cita en los entredichos en búsqueda del mejor postor o trueque. Variada tipología de ganado, utensilios agrícolas, gastronomía rural como: serones, aparejos, queso,...eran continuos escaparates. Apago el contacto y el flash-back se evapora. Me hallo cercano a la ermita, lugar de encinas donde un rayo certero descubrió el lienzo patronal y fue recogido por un pastor, cuyo entorno en obras dará paso a un pabellón polideportivo cubierto, anexo al colegio público. Este pabellón, era lugar de exposición de la maquinaria agrícola en la feria de septiembre, desde hace pocos años y hasta el anterior. Me aproximo a la renovada fachada de la ermita, donde figura un dibujo cerámico de la patrona como pequeña muestra de su aglutinador edificio. Muy reducido se ve su interior desde una ventana de su enrejado pórtico, pero como moraleja de la grandeza de las cosas pequeñas. Una segunda copia de la imagen de la patrona se mantiene aquí, el original se encuentra en la iglesia parroquial. El infortunio de encontrarse cerrada no me permite llevarme un recuerdo de su interior, por lo que me dirijo al cementerio. Un numeroso grupo de personas ocultaba la figura de un hombre tendido junto a la tumba de Santo Custodio, así era llamado Custodio Pérez Aranda. Natural de la Hoya del Salobral, pedanía de Noalejo curaba los males del alma y del cuerpo a quien fuera en su busca. Antecesor de Custodio en poderes curativos fue el sabio Luis, de nombre Luis Aceituno Valdivia cuya obra y milagros es contada en diversos romances populares. Para un recién llegado, lo sobrenatural contrasta con lo racional al contemplar y conocer de los poderes de ultratumba, quizás considerando una posible autosugestión o un medicamento divino. Las combulsiones que experimenta el hombre tendido le hacen despertar con una renovada sensación de alivio. Yo me sentí neófito, corté una flor de su tumba y me dispuse a buscar las sepulturas de los bisabuelos. Tardé un ratito en descubrir sus nombres, dispuestos cerca de unos elevados cipreses y dedicándoles varias plegarias, cogí un puñado de tierra de cada uno de ellos para llevar en una bolsita. Quería visitar el hogar de Santo Custodio y aún no sabía un motivo firme, tal vez en busca de un mágico remedio o alguna cuestión interior que resolver. Decidido, tomé rumbo a la pedanía.
Tras los dos encuentros místico-espirituales, tal como piedrecitas dejadas a mi llegada y para ser seguidas me llevaron a Navalcán, situado a unos 5km de Noalejo. En el trayecto a dicho paraje, dejé a mi pasar ancianos sentados en los depósitos del agua, la construcción de un nuevo tanatorio, naves avícolas,etc.. Navalcán, derivado de Nava el Can; cueva que abre su puerta, boca de dragón que abre sus fauces, sólo en aquel mar verdoso y florido cuyos riscos caprichosamente modelados por la erosión y ante el baile que el dios Eolo marca a los árboles y a los nuevos y tecnológicos enemigos de D. Quijote, sentí grandeza, paz de espíritu y salubridad. El aromático flash del romero, tomillo, salvia, hinojo, retama, espinos,...perpetraron bombeándome nuevos estímulos. Mis ansias por absorber toda visión, mi sed de conocimiento y mi sed biológica, me llevaron al nacimiento. Mis férreos pasos atraídos por un imán natural se adentraron en el universo de las hadas, en el entorno de los duendes donde la ilusión participa cuando la imaginación engaña a los sentidos. Alisé mi afilada garganta en el saliente de agua, cuya pureza sonora me naufragó a dimensiones inusitadas. Manos en ofrenda con translúcido líquido cuyo gorgoteo en mi interior fraguó una respuesta interna. Pensé:“ de aquí ya no me alejo “. Llené una botellita para mi partida. Ordenadas y surcadas glebas, unas configuradas por menestras, otras en barbecho y otras cuales preparadas para la semilla conforman ambos lados del camino, casitas rurales y un típico albergue flanqueado por vallas y bancos de madera. La primera huella sabia del Neolítico puso su sello en este paraje, escenas de la época decoran las pétreas paredes de abrigos naturales. Entorno mineral y fuente de estudio geológico y espeleológico de diversas facultades, rodea los pastoriles lugares donde los rebaños pastan todo el año y tienen cerca su morada. Entorno lúdico que anualmente acoge la tradicional romería del santo labrador, San Isidro, el 15 de mayo. Aún oigo tus palabras: “ Mi abuelo me llevaba al monte a hacer boliches al tajo del Ahorcado, a unos 200 metros del puerto los Azores, en la sierra del Trigo. En algunos cortijos como Peñarrubia o los Alamillos hacían boliches todo el año. Nosotros pasábamos 2 ó 3 meses en la choza de piedra y cortábamos en 2 épocas: en invierno cuando se apuraban más las matas de leña, y en verano, que no se cortaban las matas enteras. Cuando hacíamos el carbón, lo bajábamos en las bestias al pueblo durante varios días para venderlo “. Sumido en mis pensamientos y no perdiendo detalle de la filmografía, una mano lejana en el aire me hace gestos para que me acerque. Quizá confundido con un periodista, un robusto agricultor, tez tostada y manos cuarteadas por el trabajo, me pregunta si voy camino de la hoya. Mi afirmativa respuesta, tiene rápidas orientaciones para su destino: “ La hoya está a unos 16 km desde aquí. Primero tienes que pasar la Navalta, el cortijo de Navalconejo queda a la izquierda, pero tu sigue hasta la fuente del Cornezuelo. A 1km más o menos está el puerto los Azores, donde están los molinos y un repetidor eléctrico. Avanza un poco más de 2km y pasando una gran curva están los cortijos de Cerezo Gordo. Sigue hasta el puerto de la Hoya, que antes se llamaba el puerto del Espinar y a medio kilómetro está la Hoya “. Muy agradecido piropeé su trabajo y con esmero me comentó cada una de las semillas y me mostró sus frutos. Me comentó también el trayecto de peregrinación de los hoyeros hasta Noalejo pasando por la ruta de Santo Custodio. Dicha ruta abarca los lugares que me indicó para acceder a la pedanía, que no llega a mil habitantes, atravesando la sierra. Me hizo esperar un rato, pasado el cual me obsequió con 2 bolsas repletas, una de hortalizas y otra de setas que había cogido al alba y de diferente clase: “ de cardo y de álamo “, según me dijo son las que se recogen en otoño, las de “ cañaeja “ se cogen en verano. Me cortó también un recuerdo de las hierbas aromáticas, las cuales me comentó que serían un buen ambientador para el camino. Estreché su mano afable y servicial, otra prueba más del carácter cuquillo, y su fuerza vital dejó un tanto endeble la mía. Los pobladores urbanos no estamos familiarizados a trabajo tan saludable. Reconduje mi camino en peregrinación a la hoya, ya que soy peregrino en la tierra de mis raíces, al igual que los hoyeros el día de todos los Santos, tengan coche o no se dirigen a pie a ver al Santo Custodio. Me contaba el abuelo que Santo Custodio fue traído a hombros desde la hoya el día de su entierro. Numerosos recorridos han repetido la experiencia, llegándose a elaborar una figura de cera del Santo, sentado en una silla, portándola procesionalmente por el camino de la sierra hasta Noalejo. Hasta llegar a la pedanía, el camino contenía tortuosos y escarpados tramos, entrañables cortijos con ganado. Penetrando en el interior de la aldea, consulté con unos ancianos sentados en sendas sillas acerca del hogar del santo. Visité su cueva de oración, pasé por la capilla de la patrona: la Virgen de la Cabeza, me percaté de la guardería temporera, toda una progresión aritmética de recursos de esta diminuta aldea. Por fin llegué a la casa, y en la puerta de entrada una señora me acompañó en la visita. En una de las habitaciones sentí un leve cosquilleo en la nuca y oí un susurro: “ No te tardes más en tu viaje. Date prisa en volver “. Estaba solo en la habitación, la señora había bajado a atender a otros viajeros. Sentí un frío pavor, quizá era parte de la visita, que alguien había pronunciado esa frase para darle credibilidad a la figura del santo. Las escalofriantes palabras me hicieron partir de inmediato. De vuelta a Noalejo, no se apartaban de mi mente tales palabras y un frenazo en seco me hizo razonar, encontré la solución al enigma.
Navalcán (Noalejo) |
Despedida y retorno
Restablezco mi caminar a Noalejo, narcotizado ambiente floral envuelve mi carruaje mecánico haciéndome padecer una sobrecogedora melopea emocional y física. Sería mendaz pronunciarme con palabras de nadería ex profeso, pero la mundología acontecida aunque sea de soslayo, me ha infundido un fructuoso reconforte anímico y anhelando que mi espiración sublime, sea fuente de invasión en toda nocherniega alma. Consciente de que tenía al dios Cronos como adversario, aceleré el recorrido para realizar una última parada: los familiares. Aproximándome a su hogar, advertí que el que era la casa-cuartel de la Benemérita hoy acoge a varias familias y una residencia de mayores llamada la Inmaculada. Llegado al punto de encuentro y con dubitativa iniciativa llamo al timbre siendo recibido con jovial semblante por un matrimonio algo entrado en años que ya está advertido de mi presencia por mi amigo del bastón en la plaza. Delatado por mi torbellino estomacal soy un comensal más de su mesa en la que observo un tapeo con lomo de orza, chorizo y un poco de salchicha antes de degustar un sabroso “ puchero ” con ensalada de invierno o aceitunera. Suculenta comida y sabrosa sobremesa con un carajillo, en la que me muestran un álbum de fotos con imágenes de los familiares finados o en puntos geográficos muy distantes. El sentido familiar para los lugareños tiene un hondo calado ya haya parentesco del tercer, cuarto o quinto lazo familiar. Qué infortunio mi partida, pero he de volver. Intercambiamos teléfonos y direcciones y con compromiso de pronta vuelta, me despido de ellos. Me obsequian con otra bolsa rellena de apetecibles chacinas y me solicitan un pequeño favor: la tramitación jurídica de una herencia familiar, a la que gustosamente me dedicaré a mi retorno. Otra larga jornada se hace presente y en la glorieta de salida de la población dejo mi último suspiro, rememorando a Boabdil a su partida. De nuevo un agotador viaje me conduce al hospital universitario. Miedoso mientras accedo a planta, presencio movimiento desde el puesto de enfermería: entran y salen médicos, enfermeras apresuradas, hasta ser consciente de que el punto de sus correrías es la habitación del abuelo. Ha abierto los ojos y puede que una mejoría momentánea le permita despedirse de todos. Sito junto a su cama y con cruce de miradas susurra unas palabras: “ huelo a hiervas de la Sierra del Trigo y tengo sed ”. Sin ser visto le proporcioné un traguito de la botella que llené en el nacimiento y una lágrima resbaló por sus mejillas. Introdujo su mano en la bolsita de tierra del cementerio y la entremezcló con sus dedos, inclusive paladeó un trocito de chorizo sin masticarlo. Le hice un galopante extracto de lo vivido y acontecido y se lo mostré en el portátil. Antes de finalizar las imágenes apretó mi mano y pidió darme un beso, en breves minutos se fue. Su mano se soltó de la mía, las parcas cortaron el hilo, un gran pesar en mi combate con la satisfacción de mi encargo cumplido. Se marcha dichoso y deja en mi una conexión con sus recuerdos imborrables y ahora vivientes, a los que prometo aumentar en venideras visitas, si nihil obstat.
Principales editores del artículo
- Mlm09 (Discusión |contribuciones) [21]
- Fátima (Discusión |contribuciones) [2]
- David (Discusión |contribuciones) [1]